
El “Congelador de Armengol”: La Corrupción y el Poder que Secuestra la Democracia
Un análisis de cómo el PSOE y su estrategia parlamentaria bloquean la justicia y la voluntad popular
La presidenta del Congreso, un peón del PSOE

Francina Armengol, presidenta del Congreso, durante una sesión parlamentaria.
La presidenta del Congreso, Francina Armengol, no es más que un peón en las manos de Pedro Sánchez y el PSOE, un partido cuyas corruptelas —investigadas por la UCO— evidencian que su prioridad no es ni la democracia ni el pueblo, sino la supervivencia de una élite política acorralada por la justicia. Bajo el disfraz de una supuesta "defensa de la estabilidad", la Mesa del Congreso, controlada por socialistas y sus socios, ha convertido el Parlamento en un búnker antidemocrático para proteger a un Gobierno envenenado por la corrupción y bloquear cualquier iniciativa que ponga en riesgo su impunidad.
La Artimaña: Un Mecanismo para Encubrir la Corrupción
La estrategia es clara: dilatar, enterrar y manipular. Con mayoría en la Mesa del Congreso, PSOE y Sumar han paralizado 21 leyes aprobadas por el Senado, incluyendo proyectos cruciales como la Ley antiokupas o mejoras para personas con discapacidad. No se trata de un "desacuerdo político", sino de un bloqueo orquestado para evitar que la oposición legisle y exponga la debilidad de un Ejecutivo cuyos ministros y exdirigentes acumulan imputaciones, registros y pesquisas judiciales.
"El 'congelador de Armengol' no es un error institucional: es un escudo para tapar la corrupción sistémica del PSOE."
¿Por qué tanto miedo al debate? Porque cada ley aprobada por el Senado —como la reforma del Código Penal o las ayudas a la Policía— podría desvelar la hipocresía de un Gobierno que predica justicia social mientras afines al gobierno son investigados por casos como el Fondo de Formación de la PAH o el caso 'Kitchen'. El "congelador de Armengol" no es un error institucional: es un escudo para tapar la corrupción sistémica del PSOE.
Un Partido en el Poder, un País en el Limbo
Mientras el Congreso se convierte en un cementerio de leyes, el Gobierno de Sánchez gobierna a golpe de decretos-ley (12 en esta legislatura), saltándose el Parlamento para imponer su agenda sin control. Esta autocracia encubierta no es casual: es la respuesta de un partido que, sabiendo que no puede ganar en el debate democrático —acosado por la UCO y la Audiencia Nacional—, prefiere legislar en la sombra.
Pero el bloqueo no se limita a la oposición. Hasta 18 iniciativas del propio PSOE y sus aliados están estancadas, revelando que ni siquiera confían en sus propuestas. ¿La razón? Priorizar la negociación opaca con Bildu o ERC sobre el interés general. Mientras, proyectos como la rebaja del IVA a productos básicos —aprobados por el Senado hace 16 meses— siguen en el cajón, demostrando que el hambre de poder es más fuerte que el hambre de justicia social.
La UCO en el Horizonte: ¿Miedo a la Caja de Pandora?
No es casual que el PSOE bloquee iniciativas como la reforma del Código Penal, que podría endurecer penas por corrupción. Mientras la Unidad Central Operativa investiga a decenas de cargos socialistas —desde el exministro José Luis Ábalos hasta el exsecretario de Organización Santos Cerdán—, el Congreso funciona como una cortina de humo para evitar que la luz de la justicia ilumine sus tejemanejes.
Armengol, lejos de ser una presidenta neutral, actúa como sicaria de Sánchez. Su negativa a debatir enmiendas del Senado —un órgano constitucional— no es un error: es un atentado contra la separación de poderes para proteger a un partido que, en lugar de legislar, se dedica a sobrevivir judicialmente.
Resultado un Sistema Podrido
El "congelador" no es un capricho, sino la prueba de que el PSOE gobierna para sí mismo, no para España. Cada ley bloqueada, cada decreto impuesto y cada escándalo judicial son eslabones de una cadena que corrompe la democracia. Mientras Armengol y Sánchez prioricen la impunidad de su partido sobre el bienestar del pueblo, el Congreso seguirá siendo un teatro de sombras donde la corrupción dicta las reglas.
¿Hasta cuándo? Hasta que los ciudadanos exijamos que la justicia actúe y que los políticos dejen de usar las instituciones como armas para silenciar al pueblo. La democracia no puede ser rehén de una banda que prefiere el poder a la decencia.